El conocimiento y el uso del Reiki como técnica de sanación están ampliamente extendidos en nuestra sociedad. Además de sus beneficios terapéuticos, el Reiki abre a sus practicantes una excepcional puerta a la transformación personal y al despertar de la consciencia.
Aunque muchas de las personas que aprenden Reiki, lo hacen por problemas de salud (dolores crónicos, estrés, efectos secundarios de tratamientos agresivos como la quimioterapia,…) propios o de personas cercanas a las que desean ayudar, cada vez son más las que se acercan a esta técnica no sólo con la intención de mejorar su bienestar sino también con el deseo de investigar y experimentar los aspectos más trascendentes de nuestra naturaleza.
Quizá la razón para ello sea con la suavidad y la fluidez con las que el Reiki nos permite adentrarnos por esos territorios respetando los límites y ritmos de cada uno, unidos a la sencillez de su metodología.
Porque como ya explicaba en el prefacio de “La sanadora de la Seguridad Social”, el libro en que la sanadora Angie Buxton-King relata su incorporación como terapeuta energética al Servicio Nacional de Salud británico, el Reiki es el sistema más fácil y asequible que conozco para comenzar a relacionarnos con el sustrato último de la realidad y aprender su lenguaje: el lenguaje de la energía.
Y es que cualquier realidad de nuestro entorno existe porque hay una energía que lo sostiene. E igual ocurre con todos los aspectos de nuestra vida: lo físico, lo emocional, lo mental y lo espiritual son manifestaciones de movimientos de energía que se condensan en distintos estados de vibración.
No es ninguna novedad afirmar que nuestra materia no es sólida a nivel subatómico sino energía en movimiento, que nuestras emociones son reacciones químicas y que nuestros pensamientos son impulsos eléctricos. Incluso nuestro observador interno, esa parte de nuestro ser es capaz de observar nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones y que es el sujeto de las experiencias trascendentes se sustenta sobre una parte de nuestro sistema energético.
Este sistema es el medio que va a permitir a nuestra consciencia hacer lo que ha venido a hacer: acumular experiencia hasta ser capaz de descubrirse a sí misma. Descubrir que en última instancia no posee límites porque no es sino una expresión de la misma Unidad, llamémosla Dios, Esencia, Universo o con cualquier otro nombre.
Para cumplir esta tarea, nuestro sistema energético ha de estar equilibrado en sus cuatro niveles. Éstos han de estar en relación armónica entre sí. Y nosotros, hemos de ser conscientes de ellos y responsabilizarnos de su estado.
El Reiki nos ayuda a conseguir estos objetivos desde que nos introducimos en su práctica. No es necesario ser un Maestro para armonizar nuestro cuerpo físico. Basta con realizar el primer nivel que además, nos sirve para sensibilizarnos a la percepción de los intercambios energéticos en los que nos vemos envueltos continuamente y nos entrena para reconocer en cualquier momento del estado de nuestra energía.
Por supuesto que el agudizar estas percepciones requerirá de nuestra dedicación, no tanto en términos de esfuerzo como de práctica consciente y continuada. Es importante resaltar que la experiencia de cada persona será propia e intransferible. Cada uno acabará desarrollando una “relación personal con la energía” con diferentes formas de percibirla y reconocer sus movimientos y manifestaciones.
Con el segundo nivel de Reiki, se amplían nuestras posibilidades de acción a los planos emocional y mental. No sólo vamos a poder influir sobre nuestros pensamientos y emociones para reequilibrar su energía, sino que vamos a empezar a poder integrarlos con el equilibrio físico durante un mismo tratamiento.
En este nivel además, verificamos con nuestra propia experiencia cómo los efectos de la energía no están limitados ni por el tiempo ni por el espacio. La posibilidad de aplicar el Reiki a distancia o de enviarlo a un momento temporal diferente del presente nos ayuda a concebir la realidad de una forma más cercana a cómo lo hace la Física Cuántica: el tiempo no es lineal, sucede todo al mismo tiempo; y la causalidad no es local, la interconexión de todo lo que existe no permite aplicar la ley de causa/efecto como hasta ahora se creía.
Éste es además el primer paso para poder entender nuestro papel como cocreadores de la realidad, esa compleja interacción con el campo cuántico que en ocasiones se banaliza convirtiéndolo en un “secreto a voces”.
De hecho, algunas de las claves de esta interacción son consustanciales a la práctica del Reiki:
· el ofrecimiento del Reiki para “aquello que sea más necesario en este momento”(uno de los pasos previos a iniciar cualquier sesión de Reiki) es el reconocimiento de que existe un orden implícito que no se revelará si no dejamos de resistirnos tratando de mantener un “status quo” o de forzar determinado orden explícito
· el agradecimiento (es el paso final de una sesión estándar)
· ambos cimentan la confianza que nos permite dejar de aferrarnos a nuestro deseo o carencia y abrirnos a lo nuevo con aceptación. Debo decir que, personalmente, éste es sin duda el efecto que más me ha ayudado en mi camino desde que comencé a practicar Reiki.
En el tercer nivel de Reiki nos abrimos a las realidades trascendentes, aquellas que existen aunque no podamos percibirlas con nuestros sentidos, a nuestros aspectos multidimensionales. Reequilibramos su influencia en nuestro sistema energético e integramos nuestra parte espiritual con nuestras partes física, mental y emocional.
Durante todos estos procesos, el Reiki va transformando nuestro vehículo energético para permitirnos acceder en cada momento a las experiencias más adecuadas para nuestra evolución, para ese camino de vuelta a la Unidad que hemos venido a hacer.
Y no sólo eso, el Reiki además nos convierte en agentes de cambio, en dinamizadores del desarrollo de nuestro entorno, en conscienciocatalizadores si se me permite la expresión. Un papel que para mí no sólo es imprescindible en nuestros días sino que es un absoluto privilegio porque nos permite tomar parte de manera consciente en los procesos de transformación que atravesamos como planeta y como raza.
Durante este proceso, estoy seguro que descubriremos y comprenderemos muchos de los aspectos del Reiki que hoy sólo podemos intuir y que gracias a la Física Cuántica podemos interpretar pero no demostrar.
Quisiera concluir este artículo con una información más en esta dirección. Desde el siglo pasado, numerosos investigadores postulan la existencia de la energía libre, también conocida como energía de punto cero, antigravitatoria o taquiónica. Se trata de una fuente energética inagotable que según sus descubridores existe en el vacío cuántico.
Uno de sus precursores fue Nicolás Tesla, cuyo trabajo fue ignorado en su momento pero que actualmente se encuentra en vías de rehabilitación. Otro investigador más reciente, David Wagner, la definió como una energía que crea el orden a partir del desorden; un regalo que ha cambiado a todos aquellos que lo han conocido y les ha ayudado en su evolución y su curación; tiene el potencial de devolver al planeta y a sus habitantes la salud, la armonía y la unidad; es omnipresente, ilimitada y tiene el todo potencial para crear formas perfectas en el Universo.
Si ofreciéramos esta definición a cualquier practicante experimentado de Reiki, apuesto a que respondería: “Sé perfectamente de lo que me estás hablando”.
