Hoy es San Valentín y es el momento perfecto para mirar las relaciones de pareja desde otro punto de vista que no sea el de bombones, flores, cenita, velas, Cupido…
Aunque es muy divertido el amor romántico de las pelis, no es el real o la realidad desde un punto de vista espiritual y como somos seres espirituales teniendo una experiencia humana es bueno recordar que podemos esperar de una relación de pareja desde la espiritualidad. ¡Vamos a ello!
Desde que existen los seres humanos, ha habido personas que se han sentido empujadas a buscar lo que les falta en sus vidas, esperando encontrarlo en otra persona. Esta idealización de las relaciones humanas ha sido frecuentemente descrita como buscar la otra mitad, el alma gemela, el compañero del alma.
Muchos han llegado a creer que la relación de compañeros del alma es una asociación perfecta que de alguna forma hará que su vida sea total, una idea popularizada por la sociedad contemporánea.
Pero en vez de pensar que una relación de compañeros del alma es la relación perfecta que puede existir entre dos personas, hay que pensar que las relaciones son un proceso de aprendizaje continuo, de crecimiento y de proceso experiencial.
Las relaciones perfectas no se encuentran, se tienen que crear. Aunque parezca que algunas personas tienen la relación perfecta, son relaciones que han evolucionado con el paso del tiempo, a medida que las dos personas han aprendido a caminar juntas.
Con demasiada frecuencia, las personas abandonan una relación complicada en persecución de un supuesto compañero del alma, sólo para descubrir que los desafíos y dificultades surgen también en esta nueva relación.
Con frecuencia, los otros no son la causa del problema, simplemente nos facilitan encontrarnos con las mismas lecciones que necesitamos para nuestro crecimiento del alma y nuestra transformación personal.
Esto se debe a que las relaciones llegan a nosotros como consecuencia de acciones, pensamientos, emociones o relaciones que no han sido resueltas en esta vida o en anteriores.
Por esto, muchas de las relaciones que entablamos en esta vidas son relaciones karmicas y aunque en esta vida no entendamos por que las atraemos, tiene su razón de ser.
Independientemente de si una relación es de pareja, amigos, familia o entre dos individuos que tienen problemas, el máximo propósito para una asociación es ayudar a desarrollarse, crecer y cambiar.
Idealmente, a través del proceso de mantener relaciones, los individuos se ayudan unos a otros a ser mejores personas por haber tenido la oportunidad de estar juntos.
Una relación de compañeros del alma es una conexión continua con otra persona, que el alma retoma en diferentes lugares y tiempos. La conexión permite a ambos individuos conocerse y conocer su relación con Dios.
La condición de compañeros del alma no sólo se da dentro de una relación sexual, sino entre padres, hijos, amigos, familia e incluso entre compañeros de trabajo.
Por esta razón, cada individuo tiene muchos compañeros del alma para ayudar o que le ayuden en su proceso de crecimiento personal. Ten claro que las relaciones de compañeros del alma tienen un propósito, pero simplemente son relaciones normales entre personas que poseen una extraordinaria conexión a nivel del alma.
Aunque no siempre es fácil, todas las relaciones tienen el potencial de convertirse en una experiencia con un propósito significativo. Si las personas viven sus relaciones bien o mal, depende de su forma de llevarlas a cabo.
La capacidad para generar cambios personales está dentro de uno mismo. Independientemente del hecho de que las experiencias de vidas pasadas pueden crear probabilidades y potenciales, es lo que los individuos hacen con su libre albedrio en el presente, lo que conforma el curso de sus vidas.
A través de vivenciar relaciones y experiencias en esta y otras vidas, el alma se encuentra involucrada en un currículo de crecimiento y desarrollo personal.
De hecho, las personas se atraen unas a otras a nivel del alma, no porque sean el complemento exclusivo, sino por que estando juntas cada una de ellas puede proporcionar al otro la energía para convertirse en completo.
